Si echases un vistazo rápido a tu vida: ¿en qué o en quién piensas que estás poniendo tu seguridad a día de hoy? Puede que estemos intentando obtener ese sentimiento de seguridad de diferentes fuentes, como por ejemplo:
nuestra familia,
nuestro trabajo,
nuestras finanzas,
nuestros amigos,
nuestras competencias personales,
nuestro servicio en la Iglesia.
Jesús nos dijo “Si alguno viene a mí y no sacrifica el amor a su padre y a su madre, a su esposa y a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, y aun a su propia vida, no puede ser mi discípulo” (Lucas 14:26, NVI).
Estas palabras nos pueden parecer un poco duras al principio, pero, en realidad, este mandamiento nos es dado por amor. En efecto, es solo cuando ponemos a Jesús en el primer sitio en nuestra vida y hacemos de Él nuestra fuente de seguridad, que podremos estar fuertes, confiados y llenos de un amor genuino hacia los demás.
Todo es efímero, temporal, y acabará por esfumarse. Pero Jesús es el que permanece para siempre, Él es el Eterno Dios. ¿Encontrarás un refugio más seguro que Él?
El salmista escribió hace más de 2.000 años: “Porque tú eres mi roca y mi castillo; Por tu nombre me guiarás y me encaminarás. Sácame de la red que han escondido para mí, Pues tú eres mi refugio. En tu mano encomiendo mi espíritu; Tú me has redimido, oh Jehová, Dios de verdad. Aborrezco a los que esperan en vanidades ilusorias; Mas yo en Jehová he esperado” (Salmo 31:3-6).
Jesús es tu roca fuerte, el refugio de tu vida entera, el abrigo de tu corazón. ¡Él no te abandonará nunca, Su fidelidad es la garantía que te hace estar seguro(a) en medio de cualquier situación!
Si tu confianza está puesta en Él, entonces tu vida está bien resguardada. ¡Sé bendecido(a), querido(a) amigo(a)!